Avisa pues, al caballero N.N. que la eche al fuego, y ¡ay! de él si no lo hace. Y en prueba de que es verdad lo que te digo, sepa que dentro de poco tiempo morirán dos de sus hijos. Creyó, en efecto, el caballero la visión y arrojo al fuego la imagen escandalosa. Antes de los dos meses se le murieron los dos hijos, y el reparo con rigurosa penitencia los daños ocasionados a las almas.
Estaba santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue llevada en espíritu al purgatorio. Allí vio, entre otras, a una noble doncella, y holló que se quejaba amargamente de su madre, por el demasiado que le había tenido: “!AH! decía, en vez de reprenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas, novios, me incitaba a ir a los bailes, saraos, teatros, y hasta me engalanaba ella misma. Es verdad que me enseñaba alguna devociones, pero que gusto podían dar estas a Dios llendo mezcladas con tanto galanteo y profanidad?. No obstante, como la misericordia del señor es tan grande, por aquellas devociones que hacía, Dios me concedió tiempo para confesarme bien y librarme del infierno.
Pero ay!!!, que penas estoy padeciendo, si lo supieran mis amigas!!, que vidas tan distintas llevarían!!. La cabeza que antes ataviaba con dijes y vanidades esta ahora ardiendo entre llamas vivísimas, las espaldas y brazos que llevaba descubiertos los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de fuego ardentísimo, las piernas y pies, que adornaba para el baile ahora son atormentados horriblemente, todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos.”
Conto la santa esta visión a una prima de la difunta, muy entregada también a la vanidad, y esta cambio de vida en términos que, entrando a un convento de muy rigurosa observancia procuro con rigidísimas penitencias reparar los desordenes pasados, y auxiliar a su parienta que estaba padeciendo tanto en el purgatorio.
Tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la ultima miseria, presento un memorial un gran señor, manifestándole su infeliz estado y aflicción, pero con todas las suplicas no logro más que unas monedas.
Entra desconsolada a una Iglesia, y encomendándose a Dios, siente una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una Misa por las Ánimas, y pone toda su confianza en Dios, único consuelo de los afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa, se volvía a casa, cuando encuentra a un venerable anciano, que llegándose a ella le dice: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explico sus trabajos y miserias. El anciano consolándola le entrega una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas. Este abre la carta, y ¿Cuál no es su sorpresa cuando ve la letra y firma de su amantísimo padre ya difunto? ¿Quién os ha dado esta carta?
-No lo conozco, respondió la mujer, pero era un anciano muy parecido a aquel retrato, solo que tenía la cara más alegre. Lee de nuevo la carta, y observa que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del purgatorio al cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer. Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento, dale una buena paga, porque está en grave necesidad”.
El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con copiosas lagrimas de ternura: “Vos, dice a la afligida mujer, vos con al limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado padre, yo ahora hare la vuestra, la de vuestro marido y familia”.
En efecto, pago las deudas, saco al marido de la cárcel, y tuvieron siempre de allí en adelante cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios, aun en este mundo, q los devotos de las benditas Animas.
Noveno Relato:
Cómo, diciendo misa el hermano Juan de Alverna el día de Difuntos,vio que muchas almas eran liberadas del purgatorio.
Celebraba una vez la misa el hermano Juan el día siguiente a la fiesta de Todos los Santos por todas las almas de los difuntos, como lo tiene dispuesto la Iglesia, y ofreció con tanto afecto de caridad y con tal piedad de compasión este altísimo sacramento, el mayor bien que se puede hacer a las almas de los difuntos por razón de su eficacia, que le parecía derretirse del todo con la dulzura de la piedad y de la caridad fraterna.
Al alzar devotamente el cuerpo de Cristo y ofrecerlo a Dios Padre, rogándole que, por amor de su bendito Hijo Jesucristo, puesto en cruz por el rescate de las almas, tuviese a bien liberar de las penas del purgatorio a las almas de los difuntos creadas y rescatadas por Él, en aquel momento vio salir del purgatorio un número casi infinito de almas, como chispas innumerables que salieran de un horno encendido, y las vio subir al cielo por los méritos de la pasión de Cristo, el cual es ofrecido cada día por los vivos y por los difuntos en esa sacratísima hostia, digna de ser adorada por los siglos de los siglos. Amén.
Decimo Relato:
Cómo, por los méritos de fray Gil,fue librada del purgatorio el alma de un fraile Predicador, amigo suyo.Estaba ya fray Gil con la enfermedad de la que a pocos días murió, y enfermó también de muerte un fraile dominico. Otro religioso amigo de éste, viéndole próximo a morir, díjole:
-- Hermano mío, si te lo permitiese el Señor, quisiera que después de tu muerte vinieses a decirme en qué estado te encuentras.
El enfermo prometió complacerle, caso de que le fuese posible.
Ambos enfermos murieron el mismo día, y el de la Orden de Predicadores se apareció a su hermano superviviente, y le dijo:
-- Voluntad es de Dios que te cumpla la promesa.
-- ¿Qué es de ti? -le preguntó el fraile.
-- Estoy bien -respondió el muerto-, porque aquel mismo día murió un santo fraile Menor, llamado fray Gil, al cual, por su grande santidad, concedió Jesucristo que llevase al cielo todas las almas que había en el purgatorio. Con ellas estaba yo en grandes tormentos, y por los méritos del santo fray Gil me veo libre.
Dicho esto, desapareció, y el fraile que tuvo esta visión no la reveló a nadie; pero ya enfermo, temeroso del castigo de Dios por no haber manifestado la virtud y gloria de fray Gil, hizo llamar a los frailes Menores. Se presentaron diez, y, reunidos con los frailes Predicadores, reveló el enfermo devotamente la visión ya referida. Investigaron con diligencia, y supieron que los dos habían muerto en un mismo día.
En alabanza de Jesucristo y del pobrecillo Francisco. Amén.
Decimo Primer Relato:
Santa Gertrudis, aquella esposa tan regalada del Señor, había hecho donación de todos sus meritos y obras buenas a las pobres Animas del purgatorio, y para que los sufragios tuviesen más eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su Divino Esposo le manifestase porque alma quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la santa multiplicaba, oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras penitencias, hasta que aquella alma hubiese salido del purgatorio. Sacada una, pedía al Señor le señalara otra, y así logro liberar a muchas de aquel horrible fuego.
Siendo ya la santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte tentación del enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a las Animas del Purgatorio, y nos satisfecho todavía por tus pecados! Cuando mueras, ¡que penas y tormentos te esperan!” No dejaba de acongojarla este pensamiento, cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo: “Gertrudis, hija mía muy amada, no temas, los sufragios que tu ofreciste a las Animas del Purgatorio, me fueron muy agradables, tu no perdiste nada, pues en recompensa no solo te perdono las penas que allí habías de padecer, sino que aun aumentare tu gloria de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el ciento por uno, pagando a mis fieles servidores con medida buena, abundante y apretada? Pues mira, yo hare que todas las almas libertadas con tus oraciones y penitencias te salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y que, acompañada de este numeroso y brillante cortejo de bienaventurados, entres en el triunfo de la gloria”.