Dios es el Padre de todos los hombres, a quienes ama infinitamente. Por eso para que nos animemos a ser buenos, premia a los buenos dándoles el cielo y castiga a los malos con el infierno. Lo mismo que un buen padre premia a su hijo bueno, y debe castigar a su hijo que no se porta bien. Con todo, Dios -por su gran bondad- prefiere perdonarnos, si le pedimos perdón. Si alguna vez hace justicia es cuando no tiene más remedio por la obstinación del hombre que no quiere pedir perdón, y cuya libertad Dios se ha comprometido a respetar. Dios, como es infinitamente misericordioso, perdona todo y del todo. Dios no es vengativo. No debemos sentir angustia. Debemos confiar en su Bondad. Dios perdona siempre a quien le pide perdón. Pero como también es infinitamente justo, no puede perdonar a quien no le pide perdón. Sería una monstruosidad impropia de la justicia de Dios.
«Jesús habló de “la blasfemia contra el Espíritu Santo” como de un pecado imperdonable. Este pecado es imperdonable porque es un rechazo obstinado a convertirse al amor misericordioso de Dios Padre». Es no querer arrepentirse. Y Dios no puede perdonar al que no quiere arrepentirse..
La expresión «castigo de Dios» es bíblica.
Pero necesita ser entendida rectamente.
No es que Dios mande un castigo. Sino que el castigo es algo intrínseco a la culpa.
Por eso el castigo es obra del hombre, no de Dios. Dios se limita a manifestar la situación del hombre impenitente. Como el catedrático se limita a manifestar que el alumno no es apto. El catedrático no suspende, es el alumno el que se suspende a sí mismo al no estar bien preparado. Se supone que el catedrático obra con justicia.Dios permite el castigo, por necesario; pero no lo quiere. Lo mismo que no quiere el pecado .
Lo evidente es lo siguiente:
a) Dios quiere que todos los hombres se salven.
b) Para ello nos ayuda de mil maneras.
c) Pero respeta nuestra libertad, y el que quiere rechazar a Dios, puede hacerlo.
d) El que así lo hace, elige el infierno, en contra de lo que Dios hubiera querido: «Dios no quiere la muerte (eterna) del pecador, sino que se convierta y viva (para siempre)»
e) El infierno es consecuencia del pecado.
El temor a Dios debe ser filial, no servil: más que miedo es respeto amoroso. El temor de hijo, que teme ofender, no amar lo suficiente. El que teme no amar bastante, es una forma superior de amor .